Conclusiones y proposiciones.
A pesar de que el concepto de resiliencia es relativamente poco conocido, se pueden encontrar expresiones de éste a lo largo de la historia, en distintas culturas y en distintas disciplinas científicas bajo diferentes aspectos; las que adaptan este concepto a su área respectiva y de acuerdo a su entorno.
Existen áreas de desarrollo de la resiliencia, las que se refieren a los recursos personales y recursos sociales potenciales de un individuo.
Entre éstas, se pueden citar: la autoestima positiva, lazos afectivos significativos (estables, seguros, cálidos, dentro o fuera del círculo familiar), la creatividad, humor positivo, una red social y de pertenencia, una ideología personal que permita dar un sentido al dolor, disminuyendo la connotación negativa de alguna situación conflictiva, posibilitando el surgimiento de alternativas de solución frente a lo adverso.
A pesar de que el concepto de resiliencia es relativamente poco conocido, se pueden encontrar expresiones de éste a lo largo de la historia, en distintas culturas y en distintas disciplinas científicas bajo diferentes aspectos; las que adaptan este concepto a su área respectiva y de acuerdo a su entorno.
Existen áreas de desarrollo de la resiliencia, las que se refieren a los recursos personales y recursos sociales potenciales de un individuo.
Entre éstas, se pueden citar: la autoestima positiva, lazos afectivos significativos (estables, seguros, cálidos, dentro o fuera del círculo familiar), la creatividad, humor positivo, una red social y de pertenencia, una ideología personal que permita dar un sentido al dolor, disminuyendo la connotación negativa de alguna situación conflictiva, posibilitando el surgimiento de alternativas de solución frente a lo adverso.
La resiliencia es una capacidad que se puede fomentar en los niños en diferentes etapas del desarrollo por medio de la estimulación en las áreas: afectiva, cognitiva y conductual; atendiendo a la edad y nivel de comprensión de las situaciones.
Dentro del desarrollo humano, el momento oportuno para activar y desarrollar este potencial humano que permite hacer frente a la adversidad, corresponde al periodo que abarca desde el nacimiento hasta la adolescencia. Junto a lo anterior, se pueden encontrar características que permiten identificar a individuos resilientes en las distintas etapas de su vida; es decir, en la infancia, la adolescencia y la adultez.
En el contexto de la pobreza, se encuentran individuos que no pueden salir de su situación –que en muchas ocasiones es precaria- no porque carezcan de recursos personales sino porque la sociedad no les entrega la posibilidad para el cambio.
Desde una perspectiva psicosocial, se puede concluir que la resiliencia se puede trabajar a nivel de prevención, de rehabilitación y promoción en la educación, sin necesidad de aislar al niño de su ambiente familiar; sino, abordar el problema desde un enfoque sistémico, es decir, incorporado a todos los elementos que conforman el mundo de una persona.
Por las razones antes mencionadas, el fomento de la resiliencia adquiere importancia tanto en el ámbito familiar como en el ámbito educativo y comunitario, si pensamos que la resiliencia no depende sólo de las características personales por sí solas, sino también de un medio apoyador.
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