

Creatividad y humor.
Crear implica un proceso dinámico que lleva en sí su origen y meta, que análogo al proceso que sigue a la solución de problemas.
Este proceso se da en fases:
a. Fase preparatoria. Esta es una fase de definición del problema donde surge el impulso de actividad, se conjugan conocimientos y experiencias vitales. Su duración depende del tipo de problema.
b. Fase de incubación. Consiste en un tiempo de incertidumbre, inquietud y posible frustración. Es la primera fase del proceso creador. Algunas personas experimentan inseguridad y buscan opiniones, consejos de otras personas o distractores para alinearse o dar una pseudo solución al problema. En muchas ocasiones, es necesario un tiempo de encapsulamiento y, luego, afrontar esta prueba, más allá de la impotencia ante el obstáculo.
c. Fase de visión o iluminación. Cuando se ha evitado la incubación, pasa a constituirse este material en un conocimiento claro y coherente que aflora repentinamente, acompañada de emociones muy fuertes que – incluso – pueden producir miedo y frena el proceso. Una persona creativa se abre a lo extraordinario, expresiva y responde a las demandas de su yo interno.
d. Fase de elaboración y verificación. Corresponde a la fase de configuración de la solución del problema en términos concretos (o también simbólicos).
El niño es creativo por sí mismo. Sin embargo, las experiencias familiares y educativas de enseñanza pueden limitar esta capacidad.
De esta forma, si un niño posee una autoestima baja y un yo frágil, con dificultad podrá tolerar y dominar las contradicciones, generándose tensión e inseguridad. Por otro lado, para el niño que cuenta con lazos afectivos cálidos y confiables es más fácil no asustarse ni reprimir emociones y sentimientos que puedan aparecer en el proceso creativo o en situaciones de conflictos, dolor y sufrimiento. Así, los padres son la primera fuente estimuladora de creatividad, que se refleja en el comportamiento hacia los niños (as), por ejemplo mediante juegos.
El juego, según Bettelheim (1989, en Bertrán, Noemí, Román, 1998) cumple un papel muy importante en el niño (a), ya que le permite a éste (a) probar experiencias una y otra vez, aprendiendo a dominarlas por exhaustivas que están sean. En el fondo, le permite ensayar posibles soluciones frente a diversas situaciones.
Por otro lado, el humor es un recurso que permite disminuir niveles de ansiedad, angustia y temor. A través de la ironía. A través de la ironía, de la ridiculización y el absurdo, las personas pueden suavizar las asperezas, el dolor que provocan los conflictos de una manera socialmente aceptable.
Un adulto que es desprovisto de humor con mucha dificultad puede sumarse al humor del niño. Generalmente, poseen una baja autoestima que no tolera el humor como ampliación de las debilidades del ser humano, han tenido experiencias en las cuales han empleado el humor como un desvalorizador de sus capacidades, poseen un humor básico negativo.
Frente a la adversidad, el humor baja la tensión y permite resistir situaciones que de otra forma no se podría alcanzar.
No hay comentarios:
Publicar un comentario