MANIFESTACIONES DE LA SITUACIÓN CRÍTICA.
Las conductas juveniles típicas que con frecuencia resultan ser llamativas, extrañas, o aparentemente anómalas se pueden comprender como ensayos en la búsqueda de la identidad; como esfuerzos erráticos o equívocos de resolver conflictos o tensiones que se originan en la especial situación de vida que se plantea a esta edad; como expresión de complejos estados motivacionales en los cuales se combinan, en diferentes modos y proporciones, las temáticas tendenciales que son propias de la adolescencia, muchas veces difíciles de entender para el adulto.
Estas conductas ponen de manifiesto una personalidad inmadura, que apela a todos los recursos disponibles y que es capaz de crear otros nuevos y a veces muy originales para lograr el ajuste a un mundo desconocido, difícil de comprender. En la gran mayoría de los casos, el transcurso de los años juveniles durante los cuales se completa el desarrollo de esta edad, junto con la ayuda de los padres, los educadores y los amigos, son suficientes para la superación de la situación crítica que manifiestan esas conductas. Estas desaparecen progresivamente en la medida que el individuo va resolviendo sus conflictos y asumiendo los roles y responsabilidades del adulto.
La observación de una de estas manifestaciones aisladas no permite establecer claramente su significación. A veces es sólo una manifestación típica de la adolescencia, pero, en otros casos, esa misma conducta puede estar expresando una alteración personal, un fracaso en el proceso de socialización y ajuste del individuo.
CIRCUNSTANCIAS QUE CONDICIONAN ALTERACIONES CONDUCTUALES.
Sin embargo, la observación integral del comportamiento de los adolescentes mantenida por un cierto tiempo y extendida a todos los ámbitos de su vida actual (relaciones con su familia y sociales en general, diversiones, intereses, actividad escolar, etc.), constituye una base más segura para establecer cuándo la situación crítica que vive el adolescente resulta amenazante para su salud mental. Se constata que la situación crítica del joven requiere de una especial intervención cuando no cuenta con una personalidad suficientemente equipada e integrada para hacer frente a las circunstancias en que vive y cuando, además, en su medio ambiente actual no encuentra apoyo, comprensión y guía de los adultos que lo rodean, lo cual podría servirle para resolver conflictos antiguos o estabilizar su personalidad.
Es importante considerar que, dentro de ciertos límites estos dos aspectos de personalidad y ambiente actual se pueden compensar. Un ambiente positivo, caracterizado por sus interacciones comprensivas, de apoyo, de orientación y tolerancia, puede restaurar ciertas alteraciones de la personalidad, puede rectificar el curso del desarrollo. Se cuenta con las nuevas capacidades físicas e intelectuales que ahora posee el joven, con sus relaciones sociales y con la ayuda de las Instituciones que definen su contexto social, con el profundo cambio de su situación de vida, haciendo que los adolescentes sean más receptivos y permeables a las nuevas condiciones de vida a las que se enfrentan. Pero hay casos en que, a una personalidad débilmente estructurada, se agrega un ambiente empobrecido, que puede abandonar al adolescente a su propio destino, que puede resultar entorpecedor del desarrollo personal. En estos casos, personalidad y ambiente actual se potencian, generando las formas más variadas de alteraciones conductuales.
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