miércoles, 6 de agosto de 2008

Resiliencia: terapia familiar en el ofensor sexual.


LA RESILIENCIA EN LA TERAPIA FAMILIAR DEL
OFENSOR SEXUAL

Fundamento ético de la terapia familiar del ofensor sexual: de la proximidad a la universalidad.

Se debe considerar la ofensa sexual desde una perspectiva sistémica. Ubicar al ofensor sexual en su contexto social y familiar implica dilucidar su etnografía particular, sus normas de comportamientos y sus sistemas de creencias.
La terapia para el ofensor sexual y su familia integra diversas técnicas.
Tratar de impedir que el ofensor sexual se aísle de su familia y de su entorno. En la terapia familiar se le enseña a acercarse a los suyos de una manera no agresiva y a sus parientes o amigos de su red, a desarrollar relaciones solidarias entre sí.

Se enseña a la familia a eludir la caza de brujas, personalizada en el ofensor sexual, y a comportarse para que el paciente identificado no caiga en prisión pero tampoco en el ostracismo. Los ofensores sexuales necesitan terapia.

Debemos extender nuestras acciones de una ética de la proximidad, por la cual ayudamos sólo a nuestros parientes, amigos y a quienes coinciden con nuestra manera de pensar, a una ética de universalidad, considerando a la persona y respetar al ser humano que realiza conductas reprobadas por la cultura, aunque se rechace sus acciones antisociales.


La ética propone reemplazar los contextos agresivos por contextos flexibles que incluyan los intereses de todos con el menor daño posible. Los contextos agresivos son producto de la relación del individuo en la búsqueda equivocada del otro. En los contextos agresivos el agresor cree restituir la plenitud de su propia alma cuando se acerca al otro.


Tomando esta primicia como eje de orientación para enfrentar a un ofensor sexual, ciertamente representa un verdadero cambio de actitud psicofísica de manera de restituir en él los valores que ha olvidado o no los ha tenido incorporado durante sus etapas de desarrollo, ya que la aplicabilidad de una ética de universalidad implica necesariamente un autoanálisis de fondo ante dicha problemática por parte del terapeuta sin caer éste en descalificaciones hacía el ofensor en sí.


Cuando el ofensor tome conciencia de su ofensa ante los otros, apoyado por el terapeuta, parientes y amigos, tal vez funde una nueva ética o, por lo menos, qué nuevos valores compartirá con su entorno.

La familia que aprende a sostener a este miembro transgresor favorece su cambio axiológico y conductual.

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